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Noticias — 09 Mar, 2021
9 de marzo: el día después.
Palabras de la rectora respecto al Día Internacional de la Mujer

Ayer, como todos los años, se reflexiona y se habla del rol de la mujer en el mundo del trabajo, de su lugar en el hogar, y de las violencias a las que nos enfrentamos. Es importante, por eso escuchamos atentas a estos hechos que construyen nuestra realidad, y las oportunidades que como mujeres podemos alcanzar.

Como educadoras pasamos el día atentas, no dejamos escapar la oportunidad de pensar en nuestra comunidad, mirarnos y ver qué lugar ocupamos y cuál es el norte. Escuchamos ¿qué piensan otras mujeres?, ¿qué estamos construyendo para el futuro de las más jóvenes? Redes sociales llenas de mujeres con palabras alentadoras, y claro que sentimos que estamos avanzando, pero no es suficiente.

En el muro de mi amiga, Bárbara, veo este poema hermoso de Alejandra Pizarnik en el que dice; “Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero.” Lo agradezco, es un tesoro. Define a la perfección esa dualidad de la que a veces soy ama y otra esclava. ¿No lo somos todas?

Sentadas en la oficina el día de las mujeres que trabajan, discutimos temas de disparidad y acceso al trabajo para las mujeres. Escuchamos mucho sobre desventajas en la carrera y cómo volver a traer a las mujeres de vuelta al trabajo. ¿Por qué traerlas de vuelta? La pandemia que vivimos amplificó las desigualdades que existían antes de su llegada. ¿Cómo? Las mujeres están más representadas en trabajos esenciales, como la salud en el que 71,1% de los trabajadores son mujeres, y somos testigos de esto en nuestra institución. En el IPESMI la matrícula de la carrera de Enfermería tiene una participación de las mujeres de un 81,74%. También pasa en el sector educativo (73,1%), y en el trabajo en casas particulares (99%), por lo que están más expuestas al virus. Podemos sumar que hay menor representación en los trabajos que sí se pueden realizar a distancia y que, en la circunstancia de aislamiento en el hogar, fueron en su mayoría las mujeres en quieres se impuso la tarea del cuidado de los niños y ancianos, sumado a las tareas del hogar cotidianas. Lo que resultó que muchas debían acortar su dedicación al trabajo, por tal razón afectaron sus ingresos familiares.

Según Mercedes D’Alessandro, titular de la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, las mujeres dedican en Argentina más de 96 millones de horas diarias, sí diarias, por trabajo doméstico no remunerado. Eso quiere decir que el trabajo doméstico y de cuidado no pago alcanza el 16% del Producto Bruto Interno de nuestro país y que se estima alcanzaría durante la pandemia el 21%.

Así es que el género marca el inicio de una carrera que, desde la largada es injusta. Esas injusticias sólo se incrementan a medida que las familias son menos privilegiadas. Pero ¿Qué cambia? Cambia el acceso al cuidado de calidad para las familias. Acá es donde asoma mi rol de madre. Me interesa esta temática en particular, porque es algo que es ineludible desde que uno materna que las disparidades se hacen más notorias, más visibles. Sobre todo, en un oficio sostenido en su mayoría por trabajadoras. No se puede abordar todos los temas, hoy les hablo del cuidado, cómo afecta al trabajo y el acceso al estudio.

En nuestro equipo del Ipesmi, la mayoría somos mujeres, muchas madres, y cada una lo vivió desde lo experiencial, pero es también algo que puede ser medido y cuantificado exactamente. Encontrar cuidado infantil adecuado para los hijos mientras trabajan, es un problema al que se enfrentan las familias que trabajan en todo el mundo. Encontrarlo para estudiar, muchas veces ni se considera, porque trabajar es algo mucho más urgente. Sin embargo, lo que nos brinda la educación superior y universitaria es algo fundamental para que nuestras sociedades avancen, hacia la movilidad social. Son herramientas necesarias para cambiar nuestro futuro.

Si pensamos en la evolución de los modelos familiares, hay más familias monoparentales que nunca y cada vez más mujeres se incorporan al mercado laboral. Ya sea por elección o por necesidad, las repercusiones de las dificultades del acceso al cuidado para el trabajo o el estudio se dan en multiplicidad de ámbitos: en la economía, en la igualdad de género, y en la propia educación de los niños, es decir, afectan a cómo se desarrollan las sociedades en general. No me parece necesario discutir a quién le corresponde o porque no se reparten los roles de manera más igualitaria, prefiero hablar de herramientas necesarias para “nivelar la cancha”.

El acceso al cuidado para los niños no solo aumenta el número de las mujeres al mercado de trabajo, sino que también aumenta las oportunidades de empleo en las tareas de cuidado y contribuye a la creación de empleo en el sector de servicios para reemplazar parte del trabajo doméstico no remunerado, como la limpieza y la preparación de alimentos.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) dice que las políticas de apoyo al cuidado infantil bien estructuradas pueden pagarse por sí mismas. Sin apoyo, las familias pueden enfrentar un momento difícil para participar en la fuerza laboral, lo que puede conducir a “un mayor gasto público, pérdida de ingresos fiscales, inhibición del crecimiento y desperdicio de capital humano”.

Los jardines vivieron un momento trágico durante la pandemia; cinco meses de cierre total, y hasta hoy aperturas parciales. En nuestro país esto condujo a que gran cantidad hayan cerrado sus puertas. El parate de la actividad debilitó la oferta para el futuro, la demanda se verá afectada por un mayor desempleo, lo que va a hacer que sea más oneroso y las familias contarán con menores ingresos y una creciente incertidumbre. Esto impulsará una disminución en el acceso al cuidado de calidad. Algunas actividades no van a retomar sus niveles de demanda anteriores por un cierto tiempo, lo que nos deja en esta situación encerrados a menos que existan políticas para sostenerlas mientras la actividad se recupera.

El acceso al cuidado de calidad debe ser demandado, no las mujeres; por lo menos no sólo para ellas. Sumados a los beneficios que ya conocemos, mejorar el acceso de los grupos más vulnerables a servicios de cuidado de calidad para los niños aún no en edad de escolarización obligatoria, puede brindar oportunidades para que estos niños comiencen la educación primaria en un pie de igualdad con los niños más privilegiados. Si ponemos de ejemplo al Reino Unido, mediciones de la OIT dicen que los niños desfavorecidos ya están a la zaga de sus contemporáneos de clase media en términos de desarrollo cognitivo a la edad de 3 años, por lo que la provisión de una educación temprana de alta calidad es claramente una forma muy importante de contrarrestarlo. En los países en desarrollo como el nuestro, es probable que se encuentre un déficit similar o incluso mayor para los niños desfavorecidos.

Entonces, por esta y muchas otras razones, estamos llamados a romper el pacto de inequidad de género, y como vimos es algo que nos incumbe a todos, porque es un tema de justicia: que nos implica sí, en términos de opresión, violencia e impunidad, pero también puede ser una inversión rentable, para nuestra sociedad y para las empresas. En el mundo corporativo, las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas tienen un desempeño más alto de eficacia organizacional. En cuando a las empresas pequeñas y medianas, de acuerdo con datos de BID, las que son fundadas y dirigidas por empresarias invierten un 50% menos de capital, pero producen 20% más de ingresos y su probabilidad de impago es 54% menor.

Dicen que no hay que desaprovechar una crisis para, entre otras cosas, completar un buen cambio. El cambio que estamos viendo, hasta hoy, va en dirección contraria a la que pretendemos. La pandemia nos enseñó como sociedad, que es importante pensar y actuar diferente, no es una problemática secundaria, todo lo contrario precede a otras muchas. De hecho, todo empieza por no ponerla como prioridad, y por no ver el costo de oportunidad en que incurrimos al mantener el status quo, el pacto, que lejos de ser concepto de moda, es una injusticia que cuesta vidas y reproduce ciclos de pobreza generando atraso. Empecemos a pensar modelos que nos sostengan a todxs para un país más justo y con movilidad social.